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lunes, 11 de marzo de 2019

La importancia de educar en emociones


Dado que el conocimiento de las emociones y su manejo, es un medio necesario para alcanzar la felicidad que tanto anhelamos, debemos saber  en primer lugar qué son las emociones: desde el nacimiento en nuestro organismo se producen, de manera innata  una serie de reacciones de carácter biológico y cognitivo, en función de las situaciones que vivimos y de la interpretación que damos a las mismas. Estas reacciones son las emociones.

En todos los momentos de nuestra vida, existen: las  vivimos con la familia, con los amigos, en la escuela, con nuestro entorno, es decir interactuando con todo lo que nos rodea.  Son tan importantes que nos ayudan a conseguir una buena adaptación, son determinantes en nuestra salud y conforman nuestro carácter.

Si  aprendemos a identificarlas, comprenderlas y regularlas nos será muy útil a la hora de solucionar problemas, a amoldarnos mejor a todo tipo de  cambios, a  aumentar nuestra resiliencia y en definitiva, a obtener  un bienestar psicológico. Al mismo tiempo, si las conocemos mejor, nos daremos cuenta de cómo se sienten las otras personas, por lo que empatizaremos  y nos relacionaremos con ellas de una manera más sana.

A través su aprendizaje las podemos modular. De esta manera, las hemos de saber diferenciar y manejar de modo que utilicemos nuestras reacciones de forma eficaz, puesto que las personas capaces de gobernar adecuadamente sus emociones gozan de una gran ventaja en todos los aspectos de la vida.
Aunque parte de las habilidades de la inteligencia emocional pueden venir configurada en nuestros genes, otras se moldean en los primeros momentos de nuestra existencia. Es la primera infancia, la mejor edad para comenzar a educar a los niños en la expresión de sus propias emociones y en la comprensión de los estados emocionales de los demás. Esta educación se completa a lo largo de la escolarización, y es más, durante el transcurso de toda la vida.

Padres, maestros y educadores son principalmente las personas encargadas de dar a conocer y potenciar las emociones en esta etapa, por lo que el comportamiento de ellos es un punto de referencia importante para que el niño o niña lo tome como modelo. Deben ser los mismo padres y madres un ejemplo a seguir ya que transmiten y pueden contagiar su estado emocional y anímico a través de su tono de voz, gestos, expresión facial, etc. 

Resumiendo diremos que educar emocionalmente consiste en ayudar a identificar y poner nombre a las emociones, enseñar a poner límites en la conducta, a empatizar,  respetar y relacionarse con los demás, a quererse y aceptarse a uno mismo, y por último a proponer estrategias para resolver problemas que se nos plantean en la vida.
En la imagen, puede observarse una pequeña clasificación de emociones positivas y negativas que concurren en la infancia.



viernes, 19 de octubre de 2018

La importancia de educar en habilidades sociales


Muchas veces habremos escuchado o leído este término y aunque su significado parezca obvio, la realidad es que envuelve un gran número de conductas. Como padres o madres, educamos en habilidades sociales incluso sin darnos cuenta, pues es algo que suele ser aprendido por observación. Sin embargo, si prestáramos un poco más de atención e invirtiéramos un poco más de tiempo en educar en ellas deliberadamente, nuestros hijos/as se relacionarían con los demás de manera más eficaz.

Y es que las habilidades sociales tienen como objetivo precisamente eso, optimizar la calidad y el bienestar en las relaciones interpersonales, ya sea entre los miembros de la familia o con compañeros/as y amigos/as. Incluye, principalmente, la manera en la que nos comunicamos con los demás.

A pesar de que parece algo sencillo, no lo es, pues ya en la edad adulta, a veces no tenemos las herramientas adecuadas para gestionar situaciones de manera efectiva y por eso es importante que se trabajen las habilidades sociales desde la infancia. Esto es, por ejemplo, entrenar a los niños a comunicarse de manera asertiva, es decir, expresar cómo se sienten y lo que desean respetando la opinión de los demás e intentando llegar a un acuerdo.

Esto es más complicado de lo que parece, pues no todas las personas actúan así. Hay algunas que resultan más agresivas, es decir, que expresan sus deseos y opiniones pero pisando la de los demás, alcanzando siempre su voluntad incluso en perjuicio del resto; y también personas que actúan de manera pasiva, lo que quiere decir que no expresan sus deseos ni opiniones por miedo, vergüenza o porque les sabe mal, corriendo el riesgo de que otras personas abusen o se aprovechen de ellos/as.

Podríamos decir que ser asertivos es algo básico, pero las habilidades sociales también incluyen un gran número de conductas que nos convierte en personas socialmente más habilidosas, como por ejemplo: saber escuchar, saber pedir favores, dar las gracias, ayudar y pedir ayuda, intentar algo cuando es complicado, solucionar problemas, tomar decisiones, saludar y despedirse, compartir, saber decir y aceptar un “no”, reconocer y gestionar emociones propias y de las demás o tolerar la frustración. 

Estas son algunas de las conductas que se puede trabajar desde la infancia y que si lo hacemos, nuestros hijos/as tendrán unas relaciones más satisfactorias con los demás, sirviendo como factor de protección o de ayuda ante fenómenos como el bullying, aumentando sus amistades y su autoestima. Por eso, educar en habilidades sociales es útil para todos los niños/as, no únicamente con aquellos que tengan dificultades o déficits en la comunicación social.

¿Cómo las podemos trabajar desde casa?
Los cuentos, dibujos animados o películas (supervisando que sean educativas) nos resultarán de gran ayuda para aprender ciertas habilidades sociales, sobre todo, si después reflexionamos con los niños/as sobre ello. Pero también, como padres y madres somos su referencia principal, por lo que debemos actuar como modelo y enseñarles, en situaciones concretas la forma más adecuada de actuar. De venta en librerías, existen dossieres que trabajan este tipo de conductas a través de prácticas fichas, como es el caso del proyecto JHASO o cuentos específicos como la colección Ratón Blanco para los más pequeños de la casa.


Recuerda que la falta de habilidades sociales en los demás, no justifica la nuestra, así que trabajemos todos en consonancia para fomentar una sociedad más cívica y tolerante.